sábado, 24 de marzo de 2012

Capítulo LXXXIV. ¡Crueles! En el que se cuenta cómo desean ascender a grado de fiesta el sufrimiento animal, y cómo se empeñan en defender que es cultura aquello que repele la sensibilidad y la razón. Y de cómo los toros prefieren pasar sin fiesta a ser los protagonistas de las insanas diversiones de los sádicos.

Y, a falta de escrúpulos, a la barbarie quisieron llamarla "Fiesta".
ELEGIA DEL TORO EN LIDIA


¡Oh toro, noble toro acorralado
en un valle de caras, para tu daño juntas,
con un viento de palmas y de gritos!
Un castigo a mansalva te persigue en redondo.
Tú no comprendes nada. Y yo siento vergüenza.
«¿Por qué, por qué estos hombres disfrazados de naipe
que me ciegan con sucias capas rosas,
por qué este muro en círculo y este pozo de cielo?
Yo tengo la fiereza
del viento, las montañas y las aguas,
pero no para esto, sino para el amor;
no quiero desatarla contra algo que no entiendo.»



José María Valverde

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