Tercera entrega de "La casa invita", colaboración semanal para http://www.salamancartv.com/ |
Cuchillas en la cerca.
Ayer llevé al bar la viñeta que se ve más arriba. Sí, ésa sobre
las cuchillas que el gobierno ha puesto en la cerca de Melilla. Tenía ganas de
enseñársela a Alberto, cuya hija se ha ido a vivir con un senegalés que llegó a
Salamanca hace años, siendo menor de edad, y aquí se quedó, trabajando como
peón y cotizando como cualquiera.
Alberto, sensible con el tema de los inmigrantes, la ojeó,
sonrió y comentó, mientras pedía un par de tintos:
-
El chiste no está en el dibujo, sino en las
letras de los márgenes.
-
Son artículos de la Declaración de los Derechos
Humanos (le expliqué).
-
Son una mierda. Un chiste de humor negro… Negro
como mi yerno (y se rió).
Emilio, el camarero, estiró su mano y agarró la hoja. Su
sonrisa se rompió contra las baldosas del piso.
-
Esto no es un chiste, esto es demagogia. Nadie
les obliga a venir. ¡Nadie les ha invitado a venir! Si quieren entrar por la
puerta de atrás, que se atengan a las consecuencias. No les corta el gobierno, que
bastante hace con defendernos de tanta avalancha, se cortan ellos solitos. Si
se quedaran en sus casas no tendrían ningún problema.
Aurora, una mujer de armas tomar a la que admiro y que de
vez en cuando se arrima a nuestras conversaciones, miró a Emilio y exclamó.
-
Tú eres un gilipollas. Un gilipollas y un
racista.
-
¿Racista yo? Yo soy realista. Oye, que yo de
racista no tengo nada. A mí, mientras se queden en su país, me da igual que
sean negros.
Vienen a robar los puestos de trabajo de los españoles… ¡Y en plena crisis!
Vienen a robar los puestos de trabajo de los españoles… ¡Y en plena crisis!
…Y la conversación transcurrió entre dimes de “tienen
hambre, por eso vienen”, o “poco decíamos cuando ocupaban los puestos
que no quería ningún español”, y diretes en forma de falsos argumentos,
como: “son unos insolidarios: no cotizan”,
o “si no tenemos trabajo para los de
aquí, como para dárselo a ellos”.
Al final, llovieron los deseos (por parte de algunos) de que
España y el resto del mundo incivilizado
deje de robarles sus recursos y les ayude a salir de la miseria en la que les
hundimos.
Nadie convenció a Emilio, que en esta ocasión no nos invitó
a otra ronda. Siguió gritando que no es racista, y lo es. Es uno de los muchos racistas
que frecuentan el bar. Y tan ignorante,
que no se ha dado ni cuenta.
No sabía lo de las cuchillas, pero me alucina. ¿Eso puede estar permitido? Por desgracia, el racismo sigue latente en nuestro país. Cuando se empiecen a cerrar colegios por falta de niños y los profes se queden sin trabajo, ya veremos qué dicen.
ResponderEliminarLas normas internacionales las redactan los países ricos. ¿Cuchillas? ¿Muros de la vergüenza? ¡Ojos cerrados!
EliminarAsí nos va.