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La cúpula.
Después de unas cuantas bromas con que abonaríamos la
consumición del bar de Emilio con nuestra “tarjeta
negra” de Caja Madrid, fuimos centrando el tema para recalar en las
dimisiones, las “espantás” y los muditos que nada dicen, aunque se lo hayan
llevado en crudo.
Llegamos así a los sindicatos, y mientras alguien comentaba
que les honraba haber abandonado los cargos con tanta celeridad, otros
afirmábamos que no tienen pundonor, que lo honorable no es marcharse, sino no
hacer uso indebido de fondos o prebendas.
En esas estábamos, cuando salieron a la palestra los
archifamosos nombres de Méndez y Toxo y ahí sí que subieron las bilis y bajaron
los humores. Los cabezas de los sindicatos son tan lerdos como la hermana del
rey, que (presuntamente) no se enteraba de lo que hacía su esposo “porque estaba enamorada”. ¡Vaya ejemplo!
Vaya integridad la de quien ve salpicaduras de excrementos a un lado y mira
hacia el otro Y vaya poca vista, porque en el otro lado también encuentran
mierda por doquier.
“Dos granujas en
apuros”, los definió alguien en el bar. Lo de granujas, lo comparto. Los
apuros nos los hacen pasar a nosotros que tenemos que tragar que desfilen ante
ellos fraudes de EREs, estafas con cursos de formación y adláteres suyos
metidos a dilapidadores de caudales ajenos. ¡Y no pasa nada!
O sí. Sí pasa. Mejor dicho: ¡Pasan! Pasan de todo. Pasan de
ética, pasan de honra, pasan de hacer algo para que esto no vuelva a ocurrir.
Definitivamente la cúpula sindical es cloaca, sumidero de
retrete que nos defrauda en lo físico y en lo ético.
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