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Los corruptos de la
anticorrupción.
A Elena, a Candi. A Candi, a Elena.
Y a una diosa que chochea
y a la que algunos llaman Justicia
Y a una diosa que chochea
y a la que algunos llaman Justicia
Un día, al amparo de la desesperación, nació la
anticorrupción.
Ese mismo día, al socaire de nuevos vientos, nacieron los
corruptos de la anticorrupción, una subespecie humana que se caracteriza por
sembrar cizaña; por menospreciar el interés general; por utilizar las
herramientas creadas para luchar contra los indeseables, acusando en falso a
aquellos a los que no pueden derrotar de otra manera.
En Salamanca SÍ
sabemos de esas cosas. En Villamayor SÍ
sabemos de esas cosas. Sabemos de quienes SÍ
han tratado de arruinar la entereza de sus oponentes; sabemos de quienes nunca
tuvieron la verdad, pero SÍ dinero
para llevar un caso inexistente al Tribunal Supremo. Sabemos de lo que son
capaces cuatro mediocres que, a falta de argumentos en las urnas, encontraron
acomodo en un sistema estúpido que les ampara y del que se aprovechan hasta
destrozarlo.
Son los reyes Midas de la indecencia, los que convierten en heces
todo lo que tocan, los que hacen que el sistema falle y vuelva a fallar, los escorpiones
que navegan a lomos de una rana a la que aguijonean una y otra vez porque así
es su condición, aunque en ello les vaya su propia vida.
A estos corruptos de la anticorrupción hay que apartarlos de
la esfera política. Hay que alejarlos de cualquier oportunidad de seguir
haciendo daño. A estos indeseables hay que quitarles la VOX y la palabra, porque
cualquier sílaba que sale de su boca no es más que putrefacción, insidia y
mezquindad. Porque son lobos que
pasean sus holgadas mediocridades por
las plazas y los tribunales.
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