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Carlos es salmantino de pura cepa. Ni siquiera los muchos
años que lleva viviendo en Madrid han hecho que se le olviden sus raíces
charras. Hacía tiempo que no le veíamos. Aprovechando el puente, se dejó caer
por el bar de Emilio. Reímos, brindamos, hablamos de los viejos tiempos, de las
gentes a las que conocemos, de todo. De nada. Al final, surgió la conversación
del 2 de mayo y convinimos en que eran otros tiempos en los que la gente sabía
cuándo decir basta. Otros momentos en los que el pueblo se sublevaba contra la
tiranía, contra el poder despótico. Aunque le costase llanto. Aunque les cobraran
en sangre.
Me encantó una frase que dijo. “Antes, mataban a la gente con balas. Hoy nos asesinan con cifras
macroeconómicas”. Me la regaló y la anoté en mi subconsciente para
compartirla con vosotras, con vosotros. Para que recordemos que hoy, con la
misma fuerza que ayer, siguen disparándonos los de siempre, los que más tienen,
los que piensan que nos pueden. Nos disparan recortes, paro, hambre. Nos
disparan con amenazas de desahucio (o con desahucios), con subidas abusivas de
impuestos, con retirada de subsidios.
Hubo un tiempo en que los españoles alzaron los brazos. Hoy,
me temo, humillamos la cabeza y dejamos que nos castiguen con la puya, como si
fuésemos ganado. Y es que nos han ganado. Nos están ganando.
Carlos, optimista como siempre, nos arengó diciendo que va
siendo hora de que le demos la vuelta a la tortilla. Andrés, parado desde hace
casi dos años, preguntó qué es tortilla. “Llevo
tanto tiempo sin cobrar nada, que ni me acuerdo de lo que es comida”,
protestó.
Carlos, sin perder la sonrisa, comentó que ese es el
problema: que hay demasiados Andreses muriendo por la boca sin hacer nada. Y
otros muchos que nos están matando con sus votos.
Una vez más, nos dio una auténtica lección de realismo.
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