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Me supo rico el vino de ayer en el bar de Emilio. Cuatro
gotas escasas, pero grandes como topillos, me sorprendieron en la calle
haciendo que desease llegar al establecimiento en busca de cobijo. Allí me
encontré con Ángel, esporádico visitante y gran conversador, que hacía análisis
de los pactos de gobierno para designar alcaldes y expulsar a alcalduchos.
Se reía ángel de las rabietas de algunos, de sus pataletas,
acciones y declaraciones: que si Rita que se marcha por la puerta de atrás y dando
portazo; que si de la Riva, que no se marcha, sino que le empujan; que si
Aguirre, con el norte más perdido que una brújula con la aguja de corcho…
Escuchar a Ángel es una delicia. Ni nos apetecía intervenir.
¿Para qué interrumpir a un maestro?
Hasta que le llegó el turno a Ciudadanos, y el monólogo dio
paso al debate. Defendió Ángel que son más de lo mismo, que sus criterios
iniciales se han esfumado con la sola idea del sillón caliente, que su regeneración
no es real, que son previsibles y que perpetúan lo de siempre. “Más que regeneración es Degeneración”,
sentenció.
Le interrumpió Emilio, desencantado con su PP, diciendo que
no, que la prueba está en Andalucía. Afirmó que vienen con ganas de cambiar las
cosas.
“De cambiar la gente”,
le interrumpió Ángel. Y ni eso, que muchos de ellos son viejos conocidos de las
políticas locales, de esos mediocres que sólo encontraron acomodo en
formaciones minoritarias que, bajo la adulteración del centro, pactaban con los
unos o los otros según su conveniencia.
“¡Cómo Ciudadanos!”
gritó Nekane. “¡Como Ciudadanos!” repitió
el eco.
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