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En ocasiones me entran ganas de cambiarme de bar y de
tertulia; Emilio me saca de mis casillas algunas veces. Ocurrió mientras
escuchábamos en la tele las cifras del paro de agosto, ésas que nos devolvieron
a la realidad como si nos despertaran con un jarro de agua fría. Ésas que
confirman lo que algunos llevamos tiempo diciendo y que la gran mayoría de la
gente decide ignorar. Ésas que demuestran que la cacareada recuperación es
mampostería, tramoya vacía, decorado teatral.
Lo negó con insistencia Emilio. Hablo de estacionalidad, de
negatividad, de derrotismo.
Tras la cristalera del bar pasó una familia a la que todos
conocemos, una familia que nos visitaba de vez en cuando… hasta que tanto él
como ella se quedaron en paro.
Me hubiese gustado que entraran, que Emilio les explicara lo
de la estacionalidad, que les dijera que España va bien, que no tienen de qué
preocuparse aunque lleven meses sin ingresar un solo céntimo.
Le esperanza es lo único que se pierde, dicen. Lástima que
la esperanza no se pueda comer. Si así fuese, quizás esa familia de amigos
tendría algo que llevarse a la boca hoy en la comida.
Me fui del bar. No me apetecía otra ronda. Ya había tenido
suficiente dosis de demagogia por ese día.
Muy buena: la realidad, tal cual... pero de esa realidad quieren escapar ellos y gran parte de sus votantes, muchos de ellos afectados por aquélla.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Rafa.
El refranero es tan sabio que asegura que no hay más ciego que el que no quiere ver.
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