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Andábamos en el bar haciendo balance de la semana, que si
Cataluña, que si los refugiados, que si Pau Gasol… Un poco de todo y un nada de
nada. Así, entre trago y trago, otra vez de vino ahora que el sol calienta
menos, alguien comentó las últimas declaraciones de Felipe González sobre los
regímenes chileno (el de Pinochet) y venezolano (el de Maduro).
A estas alturas debiera saber el ex mandatario español, que
las comparaciones son odiosas, pero es que algunas son absolutamente indignas,
humillantes, desproporcionadas… ¡Estúpidas!
Reproduzco literalmente las palabras de González, por si
alguien no sabe de qué hablo:
“El estado de sitio del Chile de Pinochet, respetaba más los derechos
humanos que el paraíso de paz y prosperidad de Maduro”.
Una arcada recorre mi garganta. Una arcada de asco, de pena.
Como a todos, me vienen a la memoria los grandes nombres… Víctor Jara… Allende…
Me vienen a las lágrimas los rostros de los miles de personas que no tienen
nombre en mi cabeza. Gentes anónimas que fueron símbolos en España, esperanza
para salir del lugar en el que estábamos aquí, ejemplos de lucha y sacrificio.
Y hoy González destruye la historia, manipula la ideología,
traiciona el dolor.
Quiero pensar que es la edad, aunque me temo que es el
dinero. Quiero pensar, de verdad, que es la edad que ha alterado sus neuronas.
Quiero pensarlo, porque se me hace difícil la imagen de Felipe González
esnifando pegamento, que es lo que a primera vista parece.
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