Por extraño que parezca, se confirma lo inimaginable.
Por decreto, sin que nada podamos hacer para defendernos, los españoles contratamos un servicio por el que no sabemos cuánto hemos de pagar. Los precios se revisan a diario y las tarifas dependen de las horas.
La indefensión del ciudadano, máxima. La caradura del gobierno que vela por los poderosos, mayor aún.
Vergonzoso.
Ésa es la palabra. Vergonzoso.
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