¡Qué poco se acuerdan de las bienaventuranzas estos cardenales de juguete y mentira!
Estos hipócritas de la palabra sólo son mercenarios de la fe, funcionarios al servicio de los intereses de los más fuertes, tratantes de esclavos que es en lo que convierten a cuantos creen en ellos.
Eso sí es ser trigo negro: condenar a los débiles, defender a ultranza la raza superior de Europa, sin mezclas, sin contaminación.
Asco de jerarcas y asco de iglesia la que representan.
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