Cada vez es más público eso que sabíamos y callábamos. Y es que los sinvergüenzas, mitrados o no, empiezan a quedarse sin refugio.
De nada les va a valer esconderse en sus lujosos apartamentos que cuestan lo que valen miles de vidas. De nada les servirá refugiarse detrás de una cruz que ensucian con su sola presencia.
Cardenales, obispos, indeseables... Protagonistas de un nuevo capítulo de vergüenza.
Que los muertos de hambre les besen el anillo, que yo rechazo cada uno de los símbolos de esos vivos.
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