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Emilio está indignado, rebotado, cabreado. ¿Quiénes se creen
que son estos refugiados para venir a Europa a atentar contra nosotros, contra
nuestra paz, contra nuestro orden?
En Emilio ha calado el mensaje institucional. Esa patraña
que dice que los que huyen de los matones son matones. Esa mentira mil veces
repetida que nos cuenta que los refugiados vienen a matar a nuestras familias.
Emilio, inteligente en ocasiones, se comporta como un niño
pequeño, como un niño tonto que mira al cielo porque el adulto le indica que
hay un burro volando. Y, si le presionas un poco, Emilio jurará que de verdad
vio al equino volar.
Mientras pedimos otra ronda, le hacemos notar que los
terroristas muertos, los arrestados, son franceses de nacimiento, y no
refugiados que huyen de la muerte.
Jorge va más lejos, e intenta explicarle que la mayoría de
los refugiados huyen de ISIS, del Estado Islámico o de Daesh, según quiera
llamarlos cada quien.
Emilio rellena nuestros vasos de vino, pero no se baja de su
burra. Para él todos son moros y los moros son peligrosos.
¡Cuánto daño están haciendo a la paz del mundo estos
gobernantes mediocres! ¡Estos insolidarios que presumen de bondad porque ya han
alojado en España a doce refugiados. Estos aprovechados que sólo buscan en
África dinero fácil, quedarse sus recursos y forrarse a costa del sufrimiento
ajeno.
Qué fácil resulta engañar a las gentes, pienso, mientras
escucho a Emilio arremeter contra “los de fuera”, como si fuese un Albiol
cualquiera.
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