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Lee la prensa Emilio y se encuentra con que hay controversia
en la provincia de Salamanca sobre la instalación de una mina de uranio a cielo
abierto. Nos mira perplejo y nos pregunta al respecto. Emilio no tiene opinión
forjada y no quiere opinar sin saber, por mucho que sea su gobierno el que ha
metido a Villavieja y a Retortillo en este fregado.
Me atrevo a contestarle con un NO lacónico a esa especie de
aberración. Aberración, por cuanto supone un impacto ambiental enorme para la
zona, con pérdidas infinitas en el valor de las tierras, con abandono la frustración
del incipiente negocio del turismo rural que tanto prometía.
Aberrante, por las consecuencias nefastas para la salud de
los que allí viven o para la de quienes consuman productos animales o vegetales
de esas tierras.
Le doy mi NO sin condiciones porque a los habitantes de la
zona se les ha engañado: se les ha hablado de creación de empleo, pero se les
ha ocultado la destrucción de empleo que conlleva el proyecto. Se les ha
mentido, porque se omitió que la empresa almacenará materiales radiactivos de
primera categoría…
Doy mi NO, en definitiva, porque ya está bien de que los
pobres sirvamos de basurero para aquello que nadie quiere.
En España también hay un tercer mundo. Los que deciden por
nosotros, se encargan de que las zonas deprimidas del oeste español no salgan
de su miseria, no prosperen, no puedan vivir, en paz, de sus recursos.
Emilio ladea la cabeza, me invita a un vino… ¿Sabes?, –concluye-
me apunto a ese NO.
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