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La listilla
Emilio estaba de buenas. La noticia de que no se aplicará la
doctrina Botín a la infantita le ha servido de chute de optimismo. Al grito de la casa invita nos sirvió una ronda
mientras recordaba tanto no lo sé,
tanto no me acuerdo y tanto silencio
consentido por un tribunal que no quiso aplicarle eso del desacato.
A Emilio, desde luego, se le juntan, a veces, la realidad y
la ficción televisiva, y nos mezcla la sensatez con dosis de largometraje
yanqui.
Mientras bebemos el chato peleón, hablamos de la corrupción
del PP, de Valencia, del papelón de Felipe González, adalid y valedor de Rajoy,
y de la infantita, esa que se pasó de lista por ir de tontita.
Ahora falta que llegue la sentencia y que llegue pronto; que
se haga justicia y que no pesen genealogías ni joyas. Falta que cada palo
aguante su vela y que paguen los que nos dejaron a dos velas, porque ya está
bien de tanto desatino, de tanto desafuero, de tanto corrupto suelto paseando
sin collar ni bozal.
Que defienda su inocencia con argumentos y no con silencios,
porque, de momento, la culpabilidad cala en nuestras mentes por más que nos
empeñemos en darle tiempo al tiempo.
Tras la ronda cortesía de la casa, pedí yo otra. Hacía
tiempo que no estábamos tan a gusto. Quizás influya que llevamos más de un mes
sin gobierno y las cosas no nos van tan mal. No, si al final van a demostrarnos
lo que muchos llevamos meses y meses diciendo: sin Rajoy, España puede ir bien.
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