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Emilio protesta mientras barre cristales de un vaso de tubo
que se acaba de caer y romper al otro lado de la barra. El torpe parroquiano
que lo ha estrellado contra el suelo, algo pasado de cerveza, invita al
camarero a que se calle, y para ello argumenta que es “su trabajo”.
¡Trabajo!
Como si fuese la clave de acceso de alguna página privada de
internet, la palabra trabajo nos abre
las puertas a hablar de la búsqueda de empleo de Ana Mato, de su infructuosidad
y del paro (nada despreciable) que se va a embolsar por haber sido diputada.
¡Más de 2.800 € al mes, durante 19 meses!
Me reconcomen las entrañas. Ella, que junto a los suyos
aprobó las medidas más restrictivas que han padecido los parados; ella, que
junto a los suyos retiró la cartilla sanitaria a quienes llevasen tiempo sin
cotizar; ella, que defendió que los jóvenes se fueran al extranjero si no
encontraban trabajo aquí… Ella se acoge al paro de los ricos y cobra una
auténtica pasta por haber sido diputada, es decir, representante del pueblo al
que condenaba al hambre y a la desesperación.
Luego me preguntará alguien que por qué no creo en este
sistema. Luego me dirán que es el más perfecto de los sistemas imperfectos. Yo
seguiré buscando la salida de emergencia para salir de aquí. La de emergencia,
sí: la salida ordinaria la tienen taponada los que siguen votando a tanto
sinvergüenza.
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