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Nos recibe en el bar Emilio en el bar, entre papeles,
facturas y cuentas. Y se alegra al vernos llegar. Jorge le puede echar una mano
con eso de la Declaración de la Renta.
Dice Emilio que necesita que le salga a devolver porque se
ha estropeado la cisterna del baño de señoras y anda muy ajustado de dinero
para arreglarla.
Hablamos de que las cosas no van tan bien como nos venden.
Comentamos que muchos autónomos siguen sudando lágrimas para hacer frente a sus
gastos. Lloramos y maldecimos.
Como un runrún resuenan nombres en nuestra cabeza: que si la
hermana y tía de los reyes, que si el siempre pesoso Inmanol Arial, que si Almodóvar, Messi o la familia política
de Cañete. Gentes bien estafando a Emilio. Gentes bien llevándose el dinero a
cuentas opacas, con lo que los servicios de señoras en un bar cualquiera de
ciudad pequeña continuarán sin poder arreglarse.
Montoro se nos antoja vomitivo, con su sonrisa perversa,
achacando el déficit a los enfermos de hepatitis C y diseñando amnistía para
los grandes, los macarras de la economía, los enemigos de los ciudadanos y
aliados del poder económico.
Pedimos un vino. Jorge se sumerge en los papeles de Emilio.
Son muy diferentes a los de Panamá. Suponemos que Rajoy, Montoro y de Guindos
se burlan de nosotros en la distancia.
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