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Me fijo en que la cristalera del bar de Emilio necesita una
limpieza. De manera improvisada me viene a la cabeza el PSOE. El PSOE de Pedro
Sánchez, que también necesita una lavado de cara. Lavado, para que se nos
olvide que ese partido modificó la Constitución a fin de favorecer a los
poderosos. Lavado, para que se nos olvide que fue bajo el último mandato de
Zapatero cuando proliferaron las preferentes. Lavado, para que no recordemos los
desahucios consentidos desde un PSOE que favorecía a la banca en detrimento de
los ciudadanos (muchos de ellos, sus votantes).
Me viene a la cabeza la figura de Pedro Sánchez haciendo
publicidad, visitando a los ciudadanos puerta a puerta. Yo no quiero que venga
a mi casa. No se le ha perdido nada en ella, y, en cambio, yo sí he perdido
mucho por culpa de las políticas de los Pedro Sánchez de turno.
Me sigue dando rabia pensar la cantidad de amigos que tengo
que siguen siendo socialistas (a pesar de Felipe González) y que no terminan de
abrir los ojos, con o que nunca darán el golpe de mano que hace falta en su
partido. ¡Qué pena!
La voz de Emilio me devuelve a la realidad. - “¿Un vinito, Saldaña?” (me pregunta). “Un vasito de limpiacristales, por favor”
(le respondo). Emilio me mira como pensando que me fallan las neuronas. Quizás
no le falte razón. El chato de Toro me devuelve a la realidad. Las manchas de
los cristales siguen ahí, pero ahora miro hacia otro lado. Como si yo también
fuese socialista.
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