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Lolo, parroquiano, pero no contertulio de nuestros desvaríos,
nos sorprende en el bar de Emilio diciendo que deberíamos prohibir la entrada
en Europa de todos los moros. Su argumento, piensa, es irrefutable. “¡Así no
entraría ninguno de estos que vienen a matarnos, como en Francia!”
¡Qué cansino se nos hace! Nos armamos de paciencia y le
contamos que el asesino en cuestión es francés, nacido en Francia, aunque con
doble nacionalidad, porque sus padres eran tunecinos.
Le digo que tengo mis dudas de que sea un Lobo Solitario, y
que con eso nos manipulan para que los muchos Lolos que hay por España piensen
que no se debe permitir la entrada de quién sólo busca asilo, de quien huye de
la muerte.
Me responde que es un esbirro de los del Bin Laden ése, al
que mataron después de la guerra.
Me horrorizo al ver hasta qué punto estamos intoxicados como
sociedad. Necesitamos un enemigo, y nos lo crean. Necesitamos un problema “global”
y lo inventan. Olvidamos que los descerebrados pueden ir por libre. Ignoramos
que los trastornados pueden juntarse en torno al fanatismo religioso. No
decimos que donde más atentados hay es, precisamente, en los países musulmanes.
Nos callamos que el mayor número de víctimas son eso, musulmanes. Pero esta
noche dormiremos tranquilos pensando en lo bueno que es que se prohíba la
entrada de los refugiados, porque un loco francés, que bebe alcohol, maltrata a
su esposa, no reza e incumple todos los preceptos del Islam, ¡ése!,
precisamente ése, es un lobo solitario al servicio de Bin Laden.
Emilio me ve derrotado, cansado de repetir una y otra vez lo
mismo. Me sirve una caña, me da un golpe cariñoso con el codo y me dice “¡La
casa invita!” (Gracias, Emilio).
Por cierto, casi para llorar. Lolo, es el presidente de una conocida
asociación “cultural”.
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