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Lo bien que se lo está pasando Emilio, el camarero, al ver
las disputas que hay en Podemos. Se burla. Comenta que menos mal que se llama “Unidos
Podemos”, que si no…
Escuchamos sin hacer mucho caso y Emilio se pone pesado
hasta ser cansino. Entonces Jorge, algo harto, le para los pies.
Pide una ronda, por eso de despistarle, y, cuando nos trae
las consumiciones, le cuenta que ahí está la prueba de que Podemos no es
Venezuela. Si fuese Venezuela, argumenta, la voz del Presidente ahogaría todas
las demás opiniones.
Emilio, incrédulo, se regocija. Por fin un podemita como
Jorge, reconociendo que en Venezuela no hay democracia.
Sonríe Jorge y contraataca. “Cuando sólo prevalece la
opinión del líder, ¿se llama?”
“¡Dictadura!” Responde Emilio, que lo tiene bien aprendido.
Eso, espeta Jorge. Y no como en el PP, donde sólo manda
Mariano, donde Mariano impone su voluntad, donde no hay detractores porque no
tienen cabida en el esquema Popular.
Emilio se da cuenta de que ha caído en su propia trampa.
“¡Qué cabrón eres!”, dice en tono cariñoso. “¡Ésta va por
cuenta de la casa!”, pontifica mientras me sirve una caña de cerveza sin que
cierra la ronda.
Y es que, si el debate es nocivo para la democracia, según
nos quieren hacer ver, la ausencia de debate es el alma de la dictadura. De la
dictadura Popular.
Después de eso, Emilio empezó a hablar de lo que dejaron de
apoquinar los futbolistas. En a indignación, nos pusimos de acuerdo sin grandes
discusiones.
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