Ya, ya sé, doña Esperanza, que fue un chascarrillo pretendidamente gracioso, pero ha de darse cuenta de que hay gracias que tienen la risa en el tercer ojo, porque en otro lugar no encuentran acomodo.
Por otro lado, doña Esperanza, alguien con su trayectoria ya se imaginaba el revuelo que iban a provocar sus palabras (de eso vive usted, creo) y por eso las espetó, las escupió, las vomitó.
Es que algunos viven de dar la nota, ya que la talla no la dan. Ése es su caso, doña Esperanza. Ojalá un día sus insidias le pasen factura. Aunque sea en forma de infierno.
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