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Hoy me salto la dieta, que llevo una semana muy dura.
Además, he estado medio paralizado por un ataque agudo de gota y aún voy
cojeando, cuando voy, que intento no salir de casa.
En el bar de Emilio, me tomo un vino y lo paladeo, hasta que
sale en la tele Esperanza Aguirre afirmando ser víctima de la corrupción del PP
en Madrid.
Me llevan los demonios. Me cabrea la indiferencia con al que
aceptamos que nos llamen imbéciles. Permitimos, sin respuesta, que gente (en
teoría) preparada para ser presidenta de una comunidad autónoma o infanta de
España, vean lo que quieren ver e ignoren lo que desean ignorar. Dejamos que
nos escupan sus mentiras a la cara, y nos quedamos tan tranquilos.
Se me avinagra el vino en el cerebro con tales pensamientos.
Que digo yo, y lo he dicho ya más veces, que si lo veían (y
yo creo que sí), a la cárcel, por cómplices. Y si no lo veían, a sus casas, por
incompetentes. A sus casas sin sueldos ni pensiones vitalicias, sin que les
paguemos los pisos en Suiza o las cantidades que les abonamos por sus grandes
servicios a la patria.
En el mundo hay paraísos naturales, paraísos fiscales y
paraísos de estafadores. España encabeza ése ranking. Y nos gusta. En nuestro
perpetuo masoquismo, somos felices tragando lo que haría vomitar a cualquier
conciencia y aceptando como bueno lo que valdría condena para los delincuentes
en cualquier otro país.
Algún día vendrán tiempos mejores. Espero.
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