Cada vez que nos ofrecen nuevos números acerca del crecimiento del empleo, me asalta la duda de si alguno de los ministros podría vivir o dar de comer a sus familias con el sueldo de tanto contrato precario y mal pagado. Y, aún así, presumen.
La bondad de esta gente es inversamente proporcional a su capacidad para manipularnos.
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