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Escucho en el bar de Emilio uno y mil argumentos estúpidos
acerca de lo ocurrido en Cataluña estos días. Acerca del atentado, de los
comunicados, de los sentimientos, del independentismo…
Al llegar a casa y escribo estas cuatro frases.
Hace falta ser mala persona para asesinar a los demás. Muy
mala persona. De la peor calaña.
Hace falta ser mala persona para identificar a los asesinos,
miles descerebrados, con millones de personas pacíficas que vienen del mundo
del islam, con millones de musulmanes que jamás han matado a nadie, ni le
matarán, y que sienten desprecio por los asesinos. Millones. ¡Millones!
Hace falta ser mala persona para comparar el atentado en las
Ramblas con el independentismo catalán, tratando de unificar odios y
extremismos.
Hace falta ser mala persona para condenar, desde el
sentimiento nacional español, que alguien tenga un sentimiento nacional
catalán. Igual de legítimo es sentirse checo, que español, que catalán o que
canadiense. Aunque a mí me gustaría que todas las fronteras desaparecieran y
trabajásemos en común sin barreras ni divisiones por haber nacido en un lugar u
otro.
Hace falta ser mala persona para criticar que alguien hable
en catalán y exigirle que hable en castellano amparándose en el respeto a las
víctimas. Casi con certeza, la mayoría de las víctimas serían
catalanoparlantes, y por respeto a ellas (¡por respeto a ellas!) está muy bien
que se hable en su lengua materna.
Hace falta ser mala persona para crear río revuelto con un
atentado. Ellos, y sólo ellos, recogen las ganancias. Ganan los terroristas,
ganan los que siembran división y odio, ganan los racistas… Perdemos, una vez
más, los ciudadanos de a pie, los que no vemos en nuestros vecinos enemigos,
los que nos sentimos asqueados con tantas malas personas como hemos visto y
escuchado esto días.
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