¡Qué triste vivir en un lugar donde la Constitución se aplica cuando uno quiere y sólo los artículos que uno quiere! Y qué triste pensar que ése "uno" es el de siempre, aunque a veces se cambie el collar.
Claro, que no es menos triste darse cuenta de que las tierras son más importantes que las personas.
Lo dejo aquí, es demasiado temprano para empezar a llorar.
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