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En aquellos tiempos surgieron nuevos rico que miraban al
pueblo desde arriba. Concretamente desde los despachos de los ministerios en los
que trabajaban. Aquellos hombres, se enriquecían a costa de los ciudadanos, de
las ciudadanas.
Se les llenaba la boca de una España “que iba bien” e inflaban
artificialmente la economía para sacar mejores tajadas. Tras ello, con un
sistema que no se sostenía, pues sus pies eran de barro, dejaron que todo se
cayera, echando las culpas a las gentes.
Los unos, hoy han sido juzgados y condenados. Los otros, esperan
su turno con miedo e inteligencia. Miedo, a que el presente les juzgue por
corruptos y a que el futuro les tache de indeseables. Miedo a una prisión en la
que una celda tiene su nombre, sin placa en al puerta.
Ricos de avaricia, que crearon pobres de verdad.
Algunos se irán de rositas. Triste final para una historia
tan triste como esta.
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