Si los españoles defendiésemos nuestros derechos con la misma intensidad que defendemos los colores futbolísticos, no habría gobierno, por corrupto o dictador que fuera, capaz de soplarnos.
Si los españoles nos uniésemos para gritar como chillamos en los estadios de fútbol, no habría poder capaz de humillarnos, empobrecernos o esclavizarnos.
Si los españoles optásemos pro ser jugadores, en vez de ser balones dispuestos a resultar pateados, no habríamos cedido ni un solo derecho, ni un solo céntimo en favor de los que se legislan mirándonos por encima del hombro.
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