Es bueno que los jueces sepan que los consideramos jueces y no dioses. Es mejor aún, que se enteren de que estamos dispuestos a cuestionar sus decisiones cuando las consideramos injustas.
Sería fantástico que se bajaran del pedestal en el que están subidos y aprendieran a vivir entre sus conciudadanos, como uno más, con sus alegrías y sus penas.
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