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Urdangarín fue el “cuñao”, aunque fuese yerno. El pagafantas
en un momento en el que se pensaba que la gente se conformaría con ver
investigado al “allegado” y no hurgaría más arriba.
Ahora sabemos que Iñaki fue el tonto útil. Tonto, porque se dejó
pillar a pesar de las advertencias. Útil porque alejó la sombra de la corrupción
durante un tiempo.
Todo ha salido a la luz. El discípulo poco aplicado, resultó
ser réplica del maestro. Con la única diferencia de una inviolabilidad mal
entendida, mal aplicada. Y de unos cómplices tan rotundos como los Presidentes
del Gobierno o los Parlamentarios en las Cortes.
El cuñao fue a la cárcel. El emérito se librará porque así
lo desea la legión de mudos que no alza la voz contra un impresentable que se hizo
hacer pasar por campechano cuando era caradura.
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