Emérito, porque se ha retirado, una vez más, de sus
principios e ideología. Papelón, porque defiende lo indefendible: un supuesto
socialismo monárquico, donde todos somos iguales, menos los nacidos del Jefe
del Estado. Donde todos somos iguales, menos las mujeres nacidas del Jefe del Estado,
que son relegadas en la línea de sucesión. Y todo, porque así lo decidimos
juntos -dicen-, al votar una Constitución que voto una inmensa minoría de los
españoles vivos.
Cada Presidente socialista podría pasar a la historia por
una traición a sus afiliados, a sus votantes, a su ideología. Anteayer, la OTAN
(y los GAL, y la corrupción en los gobiernos de González); ayer, la
modificación de la Constitución (entonces no nos importó que nos la hubiésemos
dado entre todos y todas), para favorecer a los ricos; hoy, la monarquía y la
defensa a ultranza de algo anacrónico y antisocialista.
Las razones de Estado, quitan estado a la razón.
Sánchez vuelve por sus fueros de traición (como cuando se
empeñó en pactar con las derechas) y de oportunismo. Sánchez vuelve a mostrar
la cara menos socialista del PSOE.
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