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Hoy me encontré con Emilio, antaño protagonista de esta columna, dueño de bar (hoy cerrado por mor de Igea y Mañueco, en castilla y León) antaño, votante de PP; de Ciudadanos, luego y, ahora, de Vox. Nos saludamos y quiso hacerme rabiar un rato. Me habló de que un vicepresidente no puede decir que en su país no hay democracia plena.
Digo yo, que eso es tan estúpido como prohibir que un médico
niegue que exista la enfermedad; como obligar a un abogado a no aseverar que no
hay delitos; como pedir a una madre que nunca, nunca, afirme que su hijo mancha
la ropa. Porque la enfermedad, existe; la delincuencia se pasea por las calles;
los niños manchan y rompen la ropa…
Nuestra democracia no es plena. Ni de lejos. Ahí están los
parados (sin acceso a la materialización del derecho al trabajo); los sin
hogar; los desahuciados, los raperos… Y un Jefe de Estado emérito, que ha
reconocido chanchullos a mansalva y que vive en Dubai para evitar problemas.
Todo muy democrático. Todo muy pleno.
Y, acabo, digo yo que lo que no es de recibo, es que un miembro
del Gobierno deje de trabajar para conseguir acercarnos a la plenitud de
derechos e igualdades.
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