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Los nazis reparten
hambre.
Después de un par de vinos, entré en el servicio del bar y
me encontré con que algún indeseable había colocado en la pared una pegatina
con el lema “Defender los derechos
sociales DE LOS ESPAÑOLES no es
racismo ni xenofobia”. Se lo hice notar a Emilio y la proclama no tardó ni
dos minutos en ser arrancada y arrojada al cubo de basura donde, sin duda, se
encontrará entre los suyos. En cualquier caso, la anécdota nos dio pie a
charlar sobre neonazis, derechos, España, el mundo… Y cuantas cosas abominan
estos indeseables y a mí se me antojan deseables para nuestra sociedad y
nuestros hijos.
Así, desfilaron de la mano de nuestras palabras conceptos
como diversidad, justicia… Y racismo. Racismo, porque hay que ser racista para
negarle a alguien el pan por el hecho de que no sea nativo de esta tierra.
Hay que ser mala gente para aceptar el petróleo de sus
tierras, o los diamantes, el gas o cualesquiera recurso que nos ofrecen/les
robamos, y negarles un plato de comida caliente.
Hay que ser despreciable para hacerlo en nombre de los
derechos de los que aquí vivimos, como si los españoles tuviésemos más piernas
o distinto cerebro que los senegaleses, pongamos por caso.
Hay que ser nazi malnacido para mercadear con el hambre en
nuestras ciudades, en el siglo XXI.
Fue bonita la tertulia, sin disensiones, sin discusiones. La
unanimidad, total. En el fondo, los de Tetuán no son más que cuatro gatos a los
que un gobierno con poca vista ampara tanto, que se convertirán en un problema
social.
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