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Una rana sentada en la orilla del río, cuando se
le acercó un escorpión que le dijo:
- Amiga, ¿me ayudas a cruzar el río? Puedes
llevarme a tu espalda.
- ¿Que te lleve a mi espalda? ¡Ni loca! Si te
llevo a mi espalda me picarás y me matarás. No, no puede ser.
- ¿Qué dices? Si te pincho con mi aguijón te hundirás
y yo me ahogaré?
Y la rana, tras pensárselo mucho, se dijo a sí misma:
- Si el escorpión me pica, nos ahogamos los dos.
No creo que sea tan tonto como para hacerlo.
Entonces, la rana dijo:
- Te ayudaré a cruzar el río.
El escorpión se subió en la espalda de la rana y
empezaron a cruzar el río.
A la mitad del trayecto, el escorpión picó con su
aguijón a la rana. La rana sintió cómo el veneno mortal se adueñaba de su
cuerpo. Mientras moría envenenada, vio cómo se ahogaba el escorpión. Con su
último suspiro dijo:
- ¿Por qué lo has hecho? Ahora moriremos los dos.
El escorpión la miró y le respondió:
- Lo siento amiga. No lo he podido evitar. Está en
mi naturaleza. No puedo dejar de ser quien soy.
Tras ello, desaparecieron los dos, bajo las frías aguas del
río.
No, no es cierto. Tras ello, el escorpión se encaramó a una
rama que flotaba en el agua y así se salvó.
Bicho malo nunca muere,
dicen que dice el refrán.