Apenas se habla de ellos, pero siguen siendo confinados, expulsados.
Huyen de la muerte y encuentran incomprensión, ira, odio.
Nuestra voz debería ser la suya, pero estamos afónicos, afónicas, de tanta fiesta, de tanto brindis, de tanto champán. A ellos les dejamos las lágrimas, el sufrimiento y la impotencia.
Este es el mundo que estamos creando.
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