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Artículo y chiste para http://salamancartvaldia.es/ |
Anda mi tierra, Salamanca, metida en fiestas patronales y de
su mano nos visitan toreros, ganaderos, picadores, monosabios, banderilleros,
aficionados y otras gentes que gustan del disfrute de ver sufrir a un animal en
la arena de La Glorieta.
Se regocija Emilio, el camarero, defensor de trajes de
luces, garrochas y estoques.
Salta la conversación, una vez más, y las distancias se
hacen cada vez mayores. Argumenta Emilio, mientras rellena los vasos a
propuesta de un parroquiano, que las gentes son libres de acudir o no a los
toros, y que esa misma libertad les faculta para seguir montando saraos donde
torturar a los astados.
Trato de ponerle ejemplos de barbaries que fueron tomadas
por dogma en otros tiempos: que si la pena de muerte, que si la esclavitud, que
si negros o indios no tienen alma… Le digo que en todos esos casos hubo quien
defendió du derecho amparándose en que quien no lo quisiera no estaba obligado
a cogerlo. Quien no deseaba esclavos, no los tenía; quien veía en negros o
indios un igual, se arrimaba a ellos y los tenía por amigos.
“¡No compararás
hombres y animales!” Me dice exaltándose. Y no era esa mi intención, para
nada. No puedo comparar hombres y animales, entre otras cosas, porque los
hombres resultamos ser más animales que el más sanguinario de los bichos.
Plasmo en el ordenador estas reflexiones al llegar a casa y
yo también me felicito. No por las fiestas, y mucho menos por los toros, que tanto me avergüenzan. Me
congratulo porque este el artículo número cien que escribo para esta
publicación. Cien reflexiones, cien chistes… ¡Cómo pasa el tiempo!