domingo, 23 de febrero de 2014

Capítulo 921. "Español de derecho"

Artículo y viñeta publicados en salamancartv.com

Español de derecho y suizo de cohecho*.

-        “¡Me cago en la madre que los parió!” Exclamó Emilio, el camarero, al oír en la tele que otro gerifalte de su partido había sido pillado con una cuenta en Suiza. “O sea, que yo me paso doce horas diarias desde que entro a colocar las mesas, hasta que salgo dejando el piso fregado, para ganar cuatro duros, y estos mamonazos no hacen más que forrarse y llevarse el dinero fuera.”
-        “A veces viene bien que a uno le abran los ojos, aunque sea a fuerza de mamporros.” Respondió Mario no menos cabreado.
-        “Mamporro, el que habría que darle a tanto impresentable.” Apostillo Lucía.

La palabra España, rebosa en la boca de tanto salvapatrias como se reúne en el congreso o en el senado para explicarnos la importancia de ser español, para vendernos su marca España, para hacer que creamos en ellos mientras nos hunden y arruinan.
La palabra España, se derrama por la comisura de los labios de tanto vendepatrias como se junta en el senado o en el congreso dispuesto a lavarnos las conciencias con sus cantos de sirena, a la misma velocidad con la que blanquean sus fortunas.
De la palabra España, escupida de sus bocas, pende un gusano carroñero, aunque algo menos que su amo.

-        “¡La cárcel es poco para ellos!” Dijo Emilio, cada vez más indignado.

Victorino y yo, que estábamos en el recodo de la barra charlando mientras disfrutábamos de un vino, nos miramos sin sorpresa, a sabiendas de que lo que ocurre no es nuevo; en la certeza de que volverá a suceder.
Por la tele supimos que Esperanza Aguirre pedía explicaciones y que no le convencía lo que escuchaba, por lo que se alegraba de la dimisión del individuo.

-        A mí no me convence que ella no supiera nada.” Le dije a Victorino, que asintió.

Pedimos otro vino.

-        “Las penas con pan son menos.” Sentenció Victorino. En su rostro, entristecido por momentos, se leía que es frase hecha. “Cada vez tenemos menos pan: nuestro dinero para comprarlo se lo han llevado a Suiza”, parecía decir su mirada.


*A Victorino García Calderón, con quien tanto comparto.

domingo, 16 de febrero de 2014

Capítulo 912. "La justicia no es ciega"

Para salamancartv.com
La justicia no es ciega.

Como un eco tonto, runruneaba la tele del bar acerca de no sé qué de la justicia universal y de un presidente chino que dice que su país es muy sensible a los asuntos del Tíbet.

Como un eco tonto, resonó en mi cabeza la idea de que, para sensibilidades, las del pueblo tibetano masacrado por una dictadura comunista y asesina que asesina gentes para anexionarse territorios e imponer su causa (triste causa la exigida por la fuerza de las armas).

Como un eco tonto, machacón y repetitivo (machacón y repetitivo, machacón y repetitivo) me encontré al presidente español aliado con el dictador comunista y asesino, impidiendo que los crímenes de su antecesor sean juzgados en España. Como si el dolor entendiera de fronteras, como si la muerte se detuviese por cuestiones de visados.

Además de a los tibetanos (allí, en China o en el Tíbet) han asesinado a la justicia universal (aquí, en España). Ambos crímenes se agazaparán entre sábanas de olvido. No serán castigados (al menos a medio plazo).

El dinero que va corrompiendo aún más al comunismo chino; las inversiones chinas que tientan tanto a la oligarquía española, han hecho que la justicia mire hacia otro lado. Obligada, obligada, obligada.

La justicia en España no es ciega, ni sorda, ni muda. La justicia, en España, mira hacia otro lado, lleva auriculares y escucha a toda pastilla el último éxito en MP4, y no habla. No habla, porque cada vez que abre la boca la envenenan.

Como un eco tonto pedí un vino. Emilio, el camarero, agobiado porque era hora punta lo sirvió sin cruzar una sola palabra conmigo.

Como un eco vacío, en la tele escuché algo de un mechero y de un tal Ronaldo.
Pena por el Tíbet. Llanto por España.


domingo, 9 de febrero de 2014

Capítulo 904. "Wert huye de los Goya".


Capítulo 903. "Asalto a la cerca de Ceuta"

Para www.salamancartv.com
Asalto a la cerca de Ceuta.

El jueves, refugiándose del aguacero, entró en el bar Aurora con su nieta. Nos sorprendió: salvo los domingos por la mañana, nunca hay niños en el bar. De todas maneras entendimos que agua, viento y frío aconsejaban hacer un alto hasta que la climatología diera tregua y pudiesen regresar a casa sin calarse hasta los huesos.
La nieta de Aurora tiene cuatro años y se hace acompañar del desparpajo que otorga la infancia, de la inocencia que se arroga quien no ha aprendido a mentir. Le hicimos las monerías de rigor y de su oreja brotó algún que otro caramelo que la niña guardó, entre risas, para después de comer.
Quizás para disimular la impetuosidad del chaparrón, pedimos otra ronda mientras la niña, aburrida porque ya nos habíamos centrado en conversaciones de adultos, se asomó a la cristalera de la puerta y contempló algo que para nosotros pasó desapercibido. “Un bicho” pateaba en un charco tratando de alcanzar la orilla del mar revuelto que se le antojaba la piscina formada por una baldosa levantada. La niña llamó a su abuela y Aurora, sin darle demasiada importancia, comentó “no pasa nada, sólo es una polilla”.
Mientras, en la tele narraban el drama de cientos de subsaharianos que arriesgaban su vida en Ceuta tratando de alcanzar la tierra de la prosperidad, el mundo de las ilusiones, la España hipócrita que les desprecia y les expulsa. Anunciaban en ese momento que varias personas, quizás diez, habían muerto: unos ahogados, otros aplastados al intentar alcanzar la costa.
No lo pude evitar. La asociación de ideas acudió a mi cabeza martilleando mi conciencia y mis entrañas. Y me imaginé a nuestros gobernantes explicándonos a los ciudadanos candorosos: “No pasa nada, sólo son unos sin papeles”.
Como si fuesen polillas nadando contra corriente.
Como si no tuviesen derecho a la vida.
Como si cada uno de nosotros fuéramos superiores a ellos.
Como si los tratásemos igual que a polillas moribundas.
Al rato dejó de llover. Al salir del bar no quise mirar al suelo. Me negué a conocer el destino del insecto que hacía unos minutos pateaba buscando su salvación.
Ojos que no ven… Ojos que no ven, porque las lágrimas les impiden mirar al suelo.



domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 894. "El poder desgasta"

salamancartv.com

El poder desgasta.

Fue una tarde aburrida en el bar de Emilio: pocos habituales, nula conversación. Quizás, por romper el hielo, el camarero rellenó nuestros vasos. En la tele, las repetitivas noticias de la convención del PP. Creo que ninguno de nosotros tenía ganas de guerra.

Emilio, viendo el percal, habló de Aznar y Rajoy, de Oreja y Rajoy, de Ortega Lara y Rajoy, de Rajoy y Rajoy. No le hicimos mucho caso.

-        ¡Cómo desgasta el poder!, sentenció al acabar su monólogo.

Aurora, como quien no quiere la cosa, le llevó la contraria.

-        El poder no desgasta, lo que desgasta es el “no poder”: no poder hacer frente a tus gastos; no poder tener ingresos, porque hace demasiado tiempo que estás en paro y ni subsidio te queda; no poder comprar ropa a tus hijos; no poder dar tres comidas diarias a los pequeños… Ni a los abuelos; no poder pagar la hipoteca; no poder mandar a la mierda a los que provocaron esta crisis y se han enriquecido a costa de nuestro sufrimiento.

Emilio sonrió. En el fondo comparte el discurso de Aurora, aunque su militancia ideológica (que no de carnet, creo) le obliga a defender austeridades y barbaridades que no se sostienen.

-        Cuando Rajoy esté totalmente desgastado (comentó Mario), encontrará acomodo en las eléctricas o en algún consejo de dirección de vete a saber qué empresa importante y ya no volverá a desgastar ni siquiera la suela de los zapatos.

Todos asentimos. El poder no desgasta. El poder gasta y malgasta nuestros impuestos, nuestros sacrificios, nuestro sudor.

Se me había acabado el vino que albergaba mi vaso. Pedí otra ronda. Junto con el mosto fermentado engullí la mala baba que me provoca este poder desaforado que está malgastando nuestras vidas, nuestras vidas descastadas.