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Andan
soliviantadas la derecha y la derechona, con el tamaño del retrato del monarca que
ha colgado la alcaldesa de Barcelona.
Digo yo, que a mí me sobran centímetros por doquier. Que
nuestro Jefe de Estado, hasta anteayer era socio de una de esas empresas que se
crean para blanquear el dinero y que había ocultado su padre (luego por eso de
blanquear -su imagen- renunció a ella y a los beneficios que pudiera reportarle).
Digo, también, que su discurso no fue muy conciliador con
Cataluña, ni abrió puertas al diálogo, sino que se decantó por la contundencia,
los palos y la represión judicial.
Y digo, para rematar, que sigo sin entender que alguien, por
el hecho de ser hijo de alguien, herede jefaturas, estados y economías.
En fin, que yo el dichoso retrato lo habría puesto, grande o
pequeño, en la papelera.
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