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La mayor prueba de que sigue siendo imprescindible el 8-M es la cantidad de adocenados que niegan su sentido, su utilidad, su conveniencia.
Que no hay igualdad entre hombres y mujeres, sigue viéndose
en la prensa, en la empresa, en la política, en el ejército, en las iglesias.
Negarlo, es ir contra la lógica, contra la visibilidad, contra lo cotidiano.
Creer que es desigual trabajar políticas que tiendan a la
igualdad, incluso desde la discriminación positiva, es cerrar los ojos para soñar
con que nada haya cambiado cuando vuelvas a abrirlos.
Hoy, en la calle, en la prensa, en las ventanas, en el
corazón… es imprescindible el 8-M: una ventana que se abre hacia la igualdad.
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