sábado, 4 de junio de 2016

Capítulo 1.724. De jamones y chorizos

Desde el escaparate del bar de Emilio vemos a un hombre sentado, con un cartel cuya leyenda no llegamos a distinguir. Mendiga. Pide para comer.

La imagen (cruel) nos sorprende cuando estamos hablando de la bajada del paro. Dentro de nuestro inconformismo habitual, no lanzamos las campanas al vuelo. No podemos. No, porque la mayoría de los nuevos contratos son tan precarios que mantienen a sus titulares al borde de la pobreza. No, porque la mitad de los inscritos en el paro no cobran ningún tipo de subsidio. No, porque cuando esta mañana, a primera hora, quise sacar dinero de un cajero, me encontré a un hombre durmiendo en él… Eso nos hace tener pocas ganas de celebración carnavelesca.

La expresión “celebración carnavelesca” la ha dicho Mario, y explicó el término contándonos que, en su criterio, el gobierno hace mucho que no maquilla la realidad: no hay maquillaje suficientemente bueno como para cubrirla. Sencillamente le pone una máscara, careta encargada de ocultar el día a día de tanta gente que pasa hambre, de tanta gente que duerme en los cajeros.

Invitamos al hombre a tomar una ronda con nosotros. Le dejamos pagada la comida de hoy y hacemos propósito para que, cuando esté por aquí, no le falta algo que llevarse a la boca. Nos vamos cabizbajos: lo que hemos hecho no es la solución, ni siquiera llega a parche. Cabizbajos e indignados. Una vez más los ciudadanos hacemos aquello que le corresponde al gobierno, a un gobierno que no funciona ni cuando ejerce, ni cuando está en funciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario