lunes, 12 de marzo de 2012

Capítulo LXXI. Tengo hambre (VII). En el que se cuenta cómo la educación hace tanto como los genes. O cómo las oportunidades son siempre distintas, nos digan lo que nos digan, y nos vendan lo que nos vendan.

Este mundo no podremos cambiarlo
nosotros, ni nuestros hijos. Habremos de esperar
a la generación de nuestros nietos, suponiendo que logremos
que sus padres les den la oportunidad de pensar en los demás, de sentir
algo por los demás, de vivir junto a los demás.
Y esa es tarea que lograremos
con paciencia y
con tesón.
(O eso espero)
¡Qué pena que el mundo esté lleno de caníbales de sentimientos!

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