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¿Cuántos sueldos? ¿Cuántos salarios vitalicios? ¿Cuánto
derroche?
Esas eran las preguntas que flotaban en el aire cuando entré
ayer en el bar de Emilio.
Jorge, contertulio habitual de rondas de vino de Toro en el
bar de Emilio, estaba quemado y nos lo hacía saber. Jorge no se explica cómo es
posible que te despidan en cualquier empresa si tu rendimiento no cumple los
objetivos mínimos, pero que no pase nada por tener decenas de parásitos
chupando de un bote que llenamos los españoles con esfuerzo, con sacrificio.
Ahí está, dice Jorge, el Parlamento sin hacer nada, sin
función, sin trabajo. Y, encima, añade con sorna, con peor olor desde que
entraron los escindidos del PP, cuya única misión parece ser torpedear lo que
había e impedir que se hagan cosas nuevas… Que lo suyo no es novedad, sino
retroceso.
¿Cuántos sueldos? ¿Cuántos salarios vitalicios? ¿Cuánto
derroche? Me persiguieron las preguntas por la calle cuando iba camino de casa.