domingo, 25 de mayo de 2014

Capítulo 1.026. "De Cristinas y Urdangarines"

Artículo y viñeta para salamancartvaldia.com
Dos delitos, dos.

Con el periódico abierto sobre la barra del bar, Emilio me hizo esperar unos minutos mientras terminaba de leer la noticia de que Hacienda achaca dos delitos al yerno del rey. Después, casi sin palabras, me sirvió un chato de vino mientras farfullaba algo ininteligible.

Emilio nunca ha sido monárquico, lo que le honra en mi criterio. Yo tampoco, lo que me honra, según el parecer de Emilio. Es uno de los pocos puntos de coincidencia que nos unen.

Al cabo de un rato me preguntó “¿Se saldrán con la suya?”. “Mitad y mitad”, respondí. “Él, no creo. Ella, sí”, dije yo. “Si es que no hay Justicia”, sentenció el camarero.

Dos pensamientos acudieron a mi mente. El primero, que tiene razón, que la Justicia parece agazapada, en ocasiones, como cuando de niños jugábamos al escondite. El segundo, que con condena o sin ella, para ellos tienen, convertidos en centro de miradas y en diana de comentarios más o menos despiadados ganados a pulso. No me cambiaba yo por su ducado.

Don Iñaki, el plebeyo que jugó a ser duque; el plebeyo que se destapó como embutido. Doña Cristina, la princesa que jugó a bajar de los altares; la infanta que, por evitar los barrotes, se presenta ante nosotros como ciega, sorda y un poco tonta.

“¿Se saldrán con la suya? El uno, volverá al foso en el que nació. A la otra le protegerá la cuna en la que nació”, pensé sin decirlo.

Emilio me sirvió otro vino. “La casa invita” afirmó mientras unas cuantas gotas formaban un pequeño charco en la barra.


domingo, 18 de mayo de 2014

Capítulo 1.019. "Ha muerto una mujer".

Artículo y chiste para http://salamancartvaldia.es/
Ha muerto una mujer.

Dice Emilio, el camarero de nuestro bar de reuniones, que conocía a Isabel Carrasco, que un par de veces coincidió con ella cuando ocupaba el cargo de Consejera de Economía y Hacienda en la Junta de Castilla y León.

Dice Emilio, que era muy seria trabajando e inflexible ordenando. “Una de esas mujeres que tienen las cosas claras”.

Dice Emilio que lamenta mucho su muerte. Seguro que más que yo, que no la conocía pero que despertó en mí más antipatías que simpatías cuando aún estaba viva y acumulaba sueldos en una época en la que se pregonaba austeridad.

Digo yo que sabrán perdonarme cuantos en estos días andan con las susceptibilidades a flor de piel y se enzarzan discutiendo si es políticamente correcto o no decir lo que acabo de escribir. Pero es que yo me quedé tan conmocionado o tan desapasionado como cuando muere, asesinada, cualquier otra persona en cualquier otra ciudad por causas que no van conmigo (que no comprendo, porque no acierto a entender ninguna justificación para la violencia) y a las que les falta el ser alguien mediático, como mediática era la presidenta de la diputación leonesa.

Digo yo que me han querido engañar, que han tratado de hacer cuestión política de lo que es únicamente un asunto personal y que eso sí que tiene delito, aunque no esté recogido en el código penal. Y digo, también, que me aterra que alguien juegue con los muertos (los muertos, no sus muertos) para desacreditar movimientos, pensamientos e ideologías. Me encantaría que tanta sandez como se ha dicho estos días contra los movimientos anti desahucios, contra la izquierda de verdad, contra todos los que protestamos, fuese investigada por orden del gobierno por si alienta la violencia o incita al odio.

Digo yo, que descanse en paz, y que nos dejen descansar a los demás. Y que si esta noche, en el bar de Emilio, tengo que brindar por alguien, lo haré por las víctimas anónimas de la violencia: esas que no salen en los periódicos, esas que no interrumpen fastos electorales.


domingo, 11 de mayo de 2014

Capítulo 1.011. "La mayoría silenciosa"

Chiste y artículo para salamancartvaldia.es

El miedo a protestar o la mayoría silenciosa.

Me crucé con Ubaldo por la calle y le invité a entrar en el bar de Emilio. Siempre es agradable escuchar contertulios nuevos que aportan puntos de vista diferentes. Ubaldo milita en la CGT, uno de los sindicatos anarquistas que disponen de un servicio de asesoría para trabajadores con problemas. Nos habló del aumento de consultas, de la variedad de problemas a los que se enfrentan los trabajadores en esta época de reformas laborales, despidos y abusos… Y nos habló del miedo. Del miedo, del miedo, del miedo.

-        “Miedo ¿a qué?” Preguntó escéptico Emilio, el camarero.

-        Miedo a que no les vuelvan a llamar para trabajar. Miedo a que el empresario de turno le cuente a sus amigos (también empresarios) que Fulanito o Menganito son conflictivos, porque protestan (o porque exigen que se cumplan sus derechos). Miedo a las multas en caso de movilizaciones. Miedo a perder los cuatro céntimos que les ofrecen cuando les corresponderían cuatro euros.

Entre trago y trago fuimos analizando ese miedo al que unos llaman conformismo, otros, cobardía, y Rajoy (encaramado al mejor invento de sus publicistas), llama “mayoría silenciosa”.

Mientras pedía una nueva ronda, me dio rabia pensar que si todos protestásemos nos iría mucho mejor. Me dio rabia imaginar que si saliésemos a la calle, no a exigir nuestros derechos, sino a defender los de nuestros vecinos, ni los boys of Rajoy, ni los bad troika podrían con nosotros. Seríamos fuertes… Y libres.

Un plato de anchoas me sacó de mi abstracción y regresé a la conversación zambulléndome en la contemplación de la tapa aliñada con unas gotas de vodka y una pizca de tabasco, especialidad de Emilio.

Al menos ese día nos desahogamos hablando y ahogamos las penas con un chato de vino y un pinchito de anchoa.


A todos los Ubaldos que en nuestras ciudades siguen luchando, que son muchos aunque les dejemos solos.

domingo, 4 de mayo de 2014

Capítulo 1.005. "De guardias civiles, inmigrantes y extintores"


Capítulo 1.004. "En cuanto pasen las elecciones..."

Chiste y artículo para www.salamancartvaldia.es
Nueva reforma laboral.

Una aceituna insumisa, de esas que se niegan a ser ensartada por un pincho en forma de palillo y resbalan de un lado al otro del plato, nos dio pie para abrir la conversación de ayer en el bar de Emilio.

Aurora, cansada del optimismo que invade estos días al gobierno y se contagia a los ciudadanos, comentó que los trabajadores felices, esos que se dejan arrastrar por extrañas cifras desmentidas por la realidad de la calle, acabarán como esa aceituna, que se cree a salvo porque sortea momentáneamente su suerte. Su destino final, prosiguió el razonamiento de la mujer, no es otro que el del resto de sus compañeras, que acabarán sucumbiendo a la trituradora de muelas y colmillos.

Aplaudimos la metáfora y hablamos de la nueva reforma laboral que se avecina, esa que tras las elecciones europeas nos hará temblar y desvelará que la recuperación es real sólo en las mentes embusteras de la propaganda y no de los hechos.

Emilio, el camarero, negaba con la cabeza. Defiende a ultranza que vamos mejor y lo argumenta comentando que las cajas del bar son algo más elevadas que hace un par de años, aunque calla que siguen siendo tan menguadas que a duras penas le den para comer y vestir.

A falta de otros argumentos, a falta de palabras con las que convencernos, Emilio se limitó a rellenar el plato de aceitunas, con su consabida frase: “La casa invita”.
Gracias al gesto, vimos con más claridad que en el fondo somos eso: trabajadores fijos despedidos para que nuestro puesto de trabajo lo ocupen un par de eventuales más baratos que ayuden a camuflar las cifras del desempleo. O, lo que es lo mismo, aceitunas insumisas que terminan siendo devoradas, por mucho que se acurruquen detrás de su optimismo.