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Ha muerto una mujer.
Dice Emilio, el camarero de nuestro bar de reuniones, que
conocía a Isabel Carrasco, que un par de veces coincidió con ella cuando
ocupaba el cargo de Consejera de Economía y Hacienda en la Junta de Castilla y
León.
Dice Emilio, que era muy seria trabajando e inflexible
ordenando. “Una de esas mujeres que
tienen las cosas claras”.
Dice Emilio que lamenta mucho su muerte. Seguro que más que
yo, que no la conocía pero que despertó en mí más antipatías que simpatías
cuando aún estaba viva y acumulaba sueldos en una época en la que se pregonaba
austeridad.
Digo yo que sabrán perdonarme cuantos en estos días andan
con las susceptibilidades a flor de piel y se enzarzan discutiendo si es
políticamente correcto o no decir lo que acabo de escribir. Pero es que yo me
quedé tan conmocionado o tan desapasionado como cuando muere, asesinada,
cualquier otra persona en cualquier otra ciudad por causas que no van conmigo
(que no comprendo, porque no acierto a entender ninguna justificación para la
violencia) y a las que les falta el ser alguien mediático, como mediática era
la presidenta de la diputación leonesa.
Digo yo que me han querido engañar, que han tratado de hacer
cuestión política de lo que es únicamente un asunto personal y que eso sí que
tiene delito, aunque no esté recogido en el código penal. Y digo, también, que
me aterra que alguien juegue con los muertos (los muertos, no sus muertos) para
desacreditar movimientos, pensamientos e ideologías. Me encantaría que tanta
sandez como se ha dicho estos días contra los movimientos anti desahucios,
contra la izquierda de verdad, contra todos los que protestamos, fuese investigada
por orden del gobierno por si alienta la violencia o incita al odio.
Digo yo, que descanse en paz, y que nos dejen descansar a
los demás. Y que si esta noche, en el bar de Emilio, tengo que brindar por
alguien, lo haré por las víctimas anónimas de la violencia: esas que no salen
en los periódicos, esas que no interrumpen fastos electorales.
Está claro que se trata de un asunto personal, un ajuste de cuentas por decirlo de alguna manera, y quién sabe lo que hay detrás de cada muerte y detrás de cada acto de violencia. Por que aunque el amor no tiene causa ni motivo, el odio sí suele tenerlo.
ResponderEliminarTrataron de confundirnos a todos, pero la verdad prevalecío al final... Aunque persistan en sus mentiras.
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