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Constitución y fiscal
general del Estado.
Que la Constitución es una especie de chapuza, cada vez más
caduca, es algo que niegan sólo aquellos que viven bien a su costa.
Que no está adaptada a los tiempos y que, en lugar de
resolver problemas crea muchos otros, es algo que niegan sólo quienes se
aprovechan de tales conflictos.
Resulta, que ya es mucho resultar, que la Constitución
proclama la separación de poderes, pero impone que sea el ejecutivo el que
elija a los que han de mandar en el poder judicial. ¡Ja! ¡Toma separación de
poderes!
Que los fiscales (como figura) están al servicio del
gobierno, se empeñan en demostrárnoslo en a fuerza de infantas, presiones,
Cataluñas y Alicias Sánchez Camacho metiendo la nariz en asuntos que no le
competen (y que le quedan muy grandes). Pero así es nuestra Constitución, esa
que votaron los que nacieron en 1958, esa que me espanta y me asquea cuando de
Justicia se habla.
Mientras tanto, los Rajoy y los Sánchez se miran con sonrisa
sardónica y nos marean con indefiniciones que sólo buscan perpetuar los
problemas, claudicar de cara a un estado de derecho bien construido.
Luego se quejan de la “desafección” de los ciudadanos.
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