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Prosigo mi periplo visitando coles, institutos y bibliotecas
para contar cuentos. Emilio me ha puesto falta en el bar, donde las tertulias
siguen con su ritmo monótono y repetitivo, como monótona y repetitiva es la
actualidad: Podemos no pacta con la derecha, Rajoy no hace nada, el PSOE se
escora a la diestra, Rajoy no hace nada, Rivera demuestra que su moneda tiene
dos caras (dos caras duras, para ser más exactos), Rajoy no hace nada…
Pido un vino rápido y escucho la conversación que gira en
torno al posible acuerdo Podemos-IU. Alguien comenta el papelón que hará el
PSOE si las izquierdas hablan entre sí, mientras él negocia con Ciudadanos,
algo que no me sorprende: cada quien pacta con quien intuye más cercano y hace
tiempo que el PSOE abandonó la senda de la izquierda.
Emilio, el camarero, se regodea pensando que los suyos
volverán a ganar. Y es que la derecha, como la banca, siempre gana. Le digo que
no se alegre tanto, que no gana él, sino los suyos: los Soria, Fabra, Barberá,
Aznar y tantos otros como se van forrando mientras pisan la alfombra de la
política.
Emilio se encoge de hombros. Me da rabia porque en ese gesto
veo un pueblo resignado: el pueblo que volverá a encumbrar a quien lleva cuatro
meses sin hacer nada.
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