Una Iglesia que quiera ser tomada en serio, debe apartar de manera inmediata y sin miramientos a cualquiera que contradiga sus doctrinas y enseñanzas. Y más, si lo que hace es mentir, manipular, tergiversar la verdad.
De lo contrario, demostrarán (una vez más), que lo suyo no es más que hipocresía, repetición de mantras que no comparten y manipulación sobre cuatro bienintencionados que no se detienen a ver lo que sucede.
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