Lo de Grecia no es un culebrón. Es una víbora. Una víbora que ataca a las gentes sencillas. Una víbora que envenena a los humildes para que paguen el pecado que en otro tiempo cometieran sus poderosos. Una víbora que nos emponzoña a todos y que, al final, se volverá en nuestra contra y nos morderá también.
Lo de Grecia no es un culebrón. Es una víbora que aspira a ser anaconda.
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