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Emilio, el camarero, está descolocado. Ciudadanos, el
partido al que votó como renovación de la derecha, pacta con el PSOE en lugar
de hacerlo con el PP, su aliado natural. “¡Menos
mal –dice Emilio- que Rivera trata de
alcanzar algún tipo de consenso con el PP!”
Yo no estoy
desconcertado para nada, porque me esperaba algo parecido. Me espera que el
PSOE firmara un pacto mirando a la diestra: no había más que escuchar a los
popes como González, o a sus delfines, como Susana. Lo que no dejará nunca de
sorprenderme es el cinismo de sus líderes, capaces de decir que es un pacto que
atiende a la izquierda, mientras su socio afirma que es un acuerdo que
satisface las demandas del PP.
La política sigue siendo el arte de mentir, el arte de
mentirnos con descaro y con desgarro, aunque esto último lo dejo para otros: ni
Sánchez ni Rajoy logran ya que yo me rasgue las vestiduras.
Emilio, el camarero, no se da cuenta de que este pacto es
perfecto para la derecha, para que todo siga igual, para que nada cambie. Así,
masculla entre dientes mientras nos sirve una ronda.
Le tranquilizo: por mucho que quieran algunos militantes
socialistas, “lo progresista” tardará en llegar a España. Para eso están sus
dirigentes.
Alberto, que no ha abierto la oca en toda la mañana, cierra
la tertulia: “¡Y Rajoy, frotándose las
manos!”
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