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Seguimos en el bar de Emilio la dimisión de Sánchez, las
concentraciones a la puerta de Ferraz, los insultos, la indignación, la rabia.
Emilio, feliz al ver a su rival de toda la vida
desmoronándose por momentos. El resto, divididos entre la incredulidad y la
perplejidad.
Es todo tan surrealista. Tan absurdo.
Un Sánchez, reivindicador de la izquierda en sus últimos
estertores, que no tuvo reparo en pactar con la derecha. Unos barones que no
ocultan su ansia porque Rajoy se mantenga en el poder, quizás para que nada
cambie.
Militantes (ingenuos) que se creyeron que en el PSOE mandan
los afiliados. Ignoran el poder de la banca, de las grandes empresas.
Psoecialistas caducos, taraditos de dinero obtenido en
Consejos de Administración, donde lo único que administran es la desilusión de
los que creyeron en ellos algún día.
Me tomo un vino en silencio. Me voy a casa. En el fondo sé
que esta noche, ni Susana ni Pedro han de quitarme el sueño.
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