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La prensa nos ofrece, a veces, instantes de risas y
recochineos. Leemos en un diario, un artículo sobre los objetos más extraños
que quiso embarcar la gente en un avión: que si un cuchillo dentro de una
empanada, que si un muerto… de atrezzo, uno de los que se usaron en “La matanza
de Texas”. Nos reímos un buen rato.
Emilio, que estaba contento, nos sirvió una ronda de vino al
grito de “La casa invita”, como reclamo al resto de parroquianos para que se
hagan tan asiduos como nosotros. Yo, que sigo a dieta, me conformé con un té
verde de esos de bolsa, que más que a té saben a agua turbia.
De las risas, pasamos a los comentarios. Alguien bromeó con
los muertos en los aviones y con las momias en el Senado. ¡Qué bien nos lo
pasamos! Hasta que alguien nos hizo ver que el asunto no es ninguna broma, que
tener a un montón de Señorías parasitando y sin hacer nada, nos cuesta un ojo
de la cara.
El FMI recomienda nuevos (y severos) ajustes. Es decir, más
niños sin hacer una de las tres comidas diarias, más desahucios, más miseria.
Mientras tanto, esa clase política rancia y sin escrúpulos,
seguirá derrochando nuestro dinero.
No quise echarle azúcar al té. El amargor que me invadió por
dentro no era fruto de las hierbas.
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