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Voy a estar una temporada sin ir
al bar de Emilio… No sé cuanto… Pero es que no hay quien hable con él: se
exalta, se ofusca… Con esa cerrazón de los que siempre creen tener la razón.
Con esa prepotencia de los que se sienten dueños de sus ideas y de las tuyas.
Así pues, esta reflexión no nace
en una tertulia, sino en mi casa, al cobijo de una botella de un vino joven de
Toro, que es el vino que más me gusta.
Cuanto más oigo al gobierno, más
escucho que España está saliendo de la crisis. Cuanto más hablo con los
ciudadanos, más me convenzo de que no es así.
Empiezo a tener la impresión de
que nos sacrifican, como a los toros. Nos prometen una vida llena de bondades y
delicias a cambio de una muerte cargada de dolor y sufrimiento (como a los
toros), sin pensiones, con una sanidad llena de recortes en atención y en servicios,
con una protección a los dependientes
nula porque está prácticamente privatizada.
Han salvado a España, dicen. Nos
han hundido a los españoles, digo. Seguro que Emilio piensa que soy un radical
y lo dirá sin querer escuchar lo que de verdad le sucede a los españoles.
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